En los años 50, 60 y 70, cuando se desarrollaban las bases de una gestión de proyectos basada en la planificación, los productos tardaban años en quedar obsoletos. Las empresas los concebían y diseñaban en un entorno relativamente estable, y luego se dedicaban a producirlos de forma constante durante años, introduciendo quizá algunas variaciones mínimas. Apple ha desarrollado 6 generaciones de su popular iPod, en sólo 6 años.
Los productos hoy están en constante evolución. La presión del mercado y la velocidad de avance del entorno tecnológico obliga a desarrollarlos en el menor tiempo posible, o mejor dicho, a salir al mercado con un valor mínimo suficiente en el menor tiempo posible, y una vez allí, en un continuo estado beta seguir el desarrollo a lo largo de versiones y aplicaciones, guiando la evolución según se tercie.
En este sector las diferencias de liderazgo entre empresas no radican en la eficiencia y previsibilidad de costes y fechas con la que se gestiona el desarrollo de los nuevos productos, sino en la capacidad de agilidad y cambio durante el desarrollo; y el verdadero valor competitivo para ocupar puestos de cabeza es el valor y la innovación del producto.
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